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Desde la Atalaya. Renovarse o morir

 

Con el final del curso escolar hemos iniciado obras en la Parroquia, en el Colegio (para la Formación Profesional en c/ Andrés Vergara) y continúan a toda máquina las del Colegio (c/ Arroyo Viales). Este verano -ciertamente- estamos de obras. Mientras, muchos permanecen asustados por los cambios en municipios y comunidades autónomas, nosotros no paramos de construir: Renovarse o morir.

El modo como Dios ha renovado el mundo no ha sido eliminando a los malos -como muchos quisieran. Ni siquiera ha querido obligarnos a realizar el bien. Ha puesto su tienda entre nosotros. Ha construido una morada para siempre entre nosotros. Ha querido quedarse para siempre en el mundo. Ni siquiera los discípulos -teniéndolo a su lado- están exentos de la tentación de pensar que estaban solos. En medio de la tormenta, también ellos se atemorizan y se asustan. «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?», les dice Jesús. Y nosotros, ¿Por qué nos acobardamos? ¿No ha vencido Cristo la muerte?

Yo mismo me muevo también en medio de la tempestad por miedo a la muerte, sin darme cuenta Quién está victorioso a mi lado. Incluso, a veces, hasta me parece abstracta su presencia. Me doy cuenta que esto me sucede cuando en mí prevalece la soberbia de mis ideas -como yo pienso que tendrían que ser las cosas- por encima de la sencillez de los hechos. He heredado una mentalidad racionalista, no realista. Por eso, necesito constantemente narrar los hechos que ven mis ojos, para no saltármelos, para que cambien mi forma de pensar y afrontar la vida. Hasta estas mismas letras desde la Atalaya de la Virgen del Carmen, me permiten darme cuenta de los hechos que cada semana Él realiza.

La II sesión informativa para la FP, la graduación de los chicos de Secundaria, la misa de final de curso de Primaria, el avance de las obras, el laborioso montaje del campamento de Peguerinos, la mudanza realizada por voluntarios de Vergara a Viales … me remiten a Jesús, su Presencia en medio de nosotros. No puedo contaros estas cosas sin pronunciar Su Nombre, sin darme cuenta de Su Victoria, sin que mi fe crezca para disipar mis cobardías y «comeduras de coco». «Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado». Su presencia resucitada permanece siempre nueva, cambia mi vida, renueva el mundo.

Amigos, llevemos su Presencia en nuestra mirada para que pueda continuar en nosotros Su obra -esa sí que es la obra que permanece- en el mundo.

En comunión, vuestro párroco. 

 

 

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